Escribe J.H. Nwman:
“La conciencia es un guía personal y,
si hago uso de ella,
es porque yo soy quien debo usarla,
y porque está más próxima a mí
que cualquier otro medio de conocimiento”.

Entiendo por conciencia
no sólo el aspecto de sentido “moral”,
sino también, como es
más frecuente y fundamental,
el “sentido del deber” o “mandato magistral”.
 
Y explica lo siguiente:
“La conciencia no reside en sí misma,
sino que se extiende hacia algo
que la trasciende…,
supone siempre lo que el sentido de lo bello
algunas veces supone,
a saber, el reconocimiento
de un Objeto viviente, hacia el cual tiende…

La conciencia libera a la persona
de sus estrechos límites
mediante la apertura a la
comunión personal con la persona de Dios:
su misma existencia
nos arroja fuera de nosotros mismos,
y más allá de nosotros mismos,
para ponernos a buscarle a Él
en la altura y en la profundidad,
que son su Voz”. 

Newman no puede ignorar esta “voz
que tan claramente habla a mi conciencia y
a mi corazón

“ es la conciencia después de todo
el rigor de la palabra , destituida por su presencia