Chesterton opina que sostener
la palabra dada caracteriza al hombre,
igual que el canto caracterizo al pájaro.
Cristo no subió a la cruz por casualidad:
la valentía de aguantar
unos sufrimientos terribles
era la única vía de mostrar
que se había hecho verdadera y
completamente hombre;
era la forma de probar su buena fe.

Ni la inteligencia ni la sabiduría,
ni las curaciones, ni las enseñanzas,
ni siquiera la bondad o piedad
habrían sido pruebas suficientes;
sólo le quedaba el valor
ante el sufrimiento y la muerte.
Los golpes, la sangre, la muerte;
estas son pruebas que no engañan,
que no se pueden trucar.
¿Son feas? ¿Son vulgares?
¿Son infames? ¿Son simplistas?
Quizá; pero son categóricas.
Y tienen algo de la brutal vulgaridad y
de la admirable arrogancia
del hecho consumado
que le cierra la boca incluso a Satanás.