64. Cae la tarde

Recibo noticias de una amiga y
me recuerda mi paso
por el monasterio de la Oliva.
Viene a mi memoria,
de forma muy clara,
la experiencia de mis estancias en él.

Cuando al caer de la tarde,
desde mi ventana, veía los árboles
difuminados por el crepúsculo
y oía el canto de los monjes,
mientras los pájaros se bañaban
en los charcos del canino.
Desde muy joven, la vida de los monjes
ha cautivado mi corazón.

A veces me pregunto
si no hubiera sido mejor
que la hubiera elegido
sin hacer caso a quienes decían
que yo era animal de parroquia.