Es la hora en la que el corazón se expande.
La luz suave del atardecer
como aliento suspendido
de un cielo semejante                                                 
a un lago
en el que los balandros fuesen
como nubes empujados por el viento…

El amor de nuestro Señor,
como la luz,
se esparce sobre las heridas
de la tierra su piedad y
prepara nuestros corazones
para un nuevo despertar.

Más allá de todo mal,
de todos los desgarros,
de los engaños y traiciones
hay un amor que no se hunde,
una relación que no se trunca,
que permanece, aunque crucificada.

La oscuridad se retira ante la luz y
aparecen los colores,
como la mentira ante la verdad
haciendo del hombre un ser logrado