Debemos caminar sin detenernos por nada,
adentrarnos en lo más hondo
de nosotros mismos
si queremos encontrarnos
personalmente con el Señor.
¿Es posible tal pretensión?
Cuando buscamos a “Aquel”
que no se deja reducir ni expresar…
Hemos de persistir sumergiéndonos
más allá de donde hemos llegado.
El Silencio responde una y otra vez
a nuestra búsqueda,
pero ese Alguien maravilloso
al que no podemos imaginar
no cesa de llamarnos.
Está demasiado cerca…
Estamos tan cercanos a Él
que nos es imposible mirarlo,
aunque sabemos que somos
contemplados por Él.
Vivimos en un mundo de ruidos
y distracciones,
por ello, si queremos descubrir
su delicada presencia,
debemos acudir a la oración
y en ella ahondar en su misterio.
Bueno es que no nos detengamos nunca.
Deje su comentario
Usted debe estar identificado para comentar