Después de una pequeña siesta he ido a pasear.
El tiempo está pesado.
El cielo encapotado,
con nubes de color gris plomizo,
amenaza lluvia.
El ambiente es desapacible,
el aire es frío y una luz opaca
lo envuelve todo.
Cuando me decido volver a casa, por miedo a mojarme,
comienzan a caer las primeras gotas.
Esta mañana me encontré en internet
con una página de poemas precolombinos
que, por realistas, me han dejado
un regusto pesimista.
Su mensaje se puede resumir en la frase:
“Todo se pierde en el camino, por donde yo caminaba”.
Machado escribirá, con un realismo mayor,
que la vida es un continuo flujo de experiencias,
pero que siempre queda algo de las mismas.
En realidad, nuestra vida es y se hace
en un continuo caminar,
con un horizonte ya previsto al que nos dirigimos.
Somos como la cuerda de un arco
unida a los extremos del mismo,
síntesis de un pasado vivido en comunión
con todos y con todo.
La huella de nuestra identidad,
nuestro más profundo yo, no se pierde,
sobrevuela todas las cosas
hasta su realización plena
en Quién por amor le diera la existencia.
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