Del profeta Isaías 35,1-10

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.” Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco, un manantial. En el cubil donde se tumbaban los chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán Vía Sacra: no pasará por ella el impuro y los inexpertos no se extraviarán. No habrá por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces; sino que caminarán los redimidos y volverán por ella los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Qué hermoso es ver a “Dios dándose” y a la vez
al “hombre haciéndose” desde ese darse de Dios.
El hombre inacabado, prometeo derribado
por querer volar por sí mismo,
vive en la contradicción de querer y no poder,
sometiéndose al dominio de sí mismo,
invalidándose para amar.

En el curso de la vida, tenemos una asignatura suspensa.
Aprobamos con nota el desarrollo de la “inteligencia práctica”,
mientras que la del “corazón inteligente”
no aparece en el currículo,

y las distancias que se establecen entre los hombres son abismales.

Un simple detalle:
El hombre es capaz de llegar a la Luna
o poner una sonda en Marte y
sin embargo no puede llegar al corazón de otro hombre
al que tiene a su lado.
Hacemos miles de kilómetros para conocer algo nuevo y
vivir una experiencia gratificante
mientras otros muchos no pueden moverse por falta de recursos.

Vamos, que si lo pensamos bien
se nos nubla el sentir y zozobramos.
Pero a pesar de todo tenemos motivos
para levantar el corazón abriéndolo
a la esperanza teologal,
que no fuerza con cálculos y sí invita,
desde la confianza en el Amor de todo amor,
a revertir las injusticias e idolatrías
de una humanidad cerrada en sí misma.

Dice nuestro Dios por boca de Isaías
a los pobres que esperan que se cumpla
su designio de amor.

No os quedéis en el fracaso, queda mucho camino por hacer.
En la encrucijada de la vida os espero.

“Fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes,
decid a los cobardes de corazón:
“Sed fuertes, no temáis.
Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite;
viene en persona, resarcirá y os salvará.”
Entonces, se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará.
Porque han brotado aguas en el desierto,
torrentes en la estepa;
el páramo será un estanque, lo reseco, un manantial”