De la carta de primera de san Juan 3,7-10

Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Es cierto que el “Malo” es el que obra la maldad. Quien permanece enraizado en el “Bien” no hará daño, ni se hará daño.

La afirmación que hace san Juan nos puede parecer exagerada:

Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.”

Sin embargo, no deja de ser cierta. Todo el que permanece en la verdad, dice verdad, y quien vive en el Amor, ama, pues participa de la fuente del amor mismo.

Entonces ¿es impecable el cristiano? Podemos decir que lo es, en cuanto su vida está uncida a la del Señor.

Fuera del ámbito del mismo no dejamos de vivir sujetos a la precariedad del que quiere y no puede.

San Pablo confiesa:

”Veo el bien, lo quiero y no lo hago. Veo el mal, lo rechazo y sin embargo muchas veces me veo inmerso en el mismo.”

Para terminar preguntándose:

¿qué me pasa entonces?.

La respuesta la encuentra en su unión con Jesucristo. Todo nacido de Dios, enraizado en Jesucristo, elude el pecado por la gracia de permanecer unido al Amor de todo amor.

 La semilla del bien, depositada en su corazón, fructifica en buenas obras.

Existencialmente, san Juan sabe que todo hombre está expuesto al pecado, por eso no deja de exhortarlo a vivir en la fidelidad a la Palabra, a no alejarse del Amor.

Pero también tiene la certeza de que la presencia del Señor, en nosotros, nos capacita con su fuerza salvadora para obrar el bien.

Es también san Pablo el que dirá:

“Ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí”.

En realidad, lo que san Juan está diciendo, es que cada uno se parece a su padre, y actúa según ve hacer al mismo.

“Por sus obras los conoceréis.”