Del evangelio de san Marcos 8,11-13

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.” Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Jesús parece sentirse cansado por la cerrazón
de quienes siguen pidiendo algo ya se les ha dado.
Los mismos que han recibido su atención y su cuidado,
los mismos que han escuchado sus palabras,
y presenciado sus milagros, siguen poniéndolo a prueba,
y pidiéndole nuevas “señales” que avalen su identidad.

No deja de asombrar la observación
que hace el evangelista san Marcos sobre Jesús:
“dio un profundo suspiro, y se extrañaba de que siguieran insistiendo en algo que ya les había manifestado”.

El final del texto nos lleva a pensar que llegado un momento,
es mejor no seguir porfiando
ni tratar de convencer a alguien
de que es amado inmerecidamente
Cuando este alguien se ha blindado ante el amor,
Intentarlo es tiempo perdido.

Jesús no entra en el juego de las justificaciones.
Se mueve en el ámbito del amor, y por lo tanto, de la libertad.

Quien se empeña en convertir a Jesús en un problema, a resolver
por la vía de la razón, tiene que saber
que nunca alcanzará una respuesta satisfactoria.

Jesús no es un enigma.
Es el amor mismo de Dios hecho hombre,
al que se conoce dándose a nosotros,
sin pedirnos otra cosa que una confianza amorosa