Del evangelio de san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»
RESPUESTA A LA PALABRA
Han pasado dos mil años desde que Jesús
dijera estas palabras y seguimos igual.
Si aquella generación no fue capaz de ver
el designio de Dios presente en los acontecimientos,
ni siquiera supo acoger la palabra de Amor
propuesta como raíz de toda verdad definitiva,
a pesar de que en ese designio de Amor
estaban ellos presentes.
No nos puede extrañar que hoy día
se sigan buscando señales extraordinarias
que nos saquen de nuestros límites
cada vez más estrecho.
Necesitados de sentido como estamos,
no dejamos de buscar aquéllo que nos pueda saciar
nuestras hambres de más vida y
nuestra sed de auténtica felicidad.
Pero el problema no se resuelve por el hecho de buscar,
el problema radica en cuál es nuestra búsqueda y
qué medios utilizamos para ello.
Cuántas veces, incapaces de abrirnos a la realidad,
a la verdad que habita en nuestro corazón y
que deseamos, sin saberlo, profundamente,
no buscamos sino aquello que ya tenemos.
Buscamos movidos por nuestras carencias materiales y
sobre todo, desde los prejuicios e ideas prefabricadas
que nos llegan del exterior.
¿Dónde queda la confianza que va más allá
de nosotros mismos?
¿Para qué la realidad acontecida
en la que Dios se hace presente?
¿No encontramos signos suficientes en nuestro entorno
para creer en la vida y en el amor?
¿Hemos olvidado que la prueba
del amor y de la vida nos llega desde lo alto y
fluye continuamente del corazón roto del Crucificado?
La alusión que el evangelista hace
a los ninivitas y a la reina del Sur,
nos hace caer en la cuenta
de que quienes tenemos más motivos para creer,
somos los que más nos resistimos a ello.
Aquella mujer, en su afán por buscar la verdad
encontró la salvación.
Los habitantes de Nínive fueron capaces
de reconocer lo errado de sus vidas y
se volvieron a la verdad.
Lo cierto es que si dejo que el texto se exprese
sin que yo lo condicione,
termina por decirme algo importantísimo para mí.
“Te basta con sumergirte en la historia de cada día,
en la que el Señor se hace presente,
con un amor sin condiciones,
para leer en ella cual es su designio de amor para ti”
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