Del evangelio de san Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»
RESPUESTA A LA PALABRA
De los dichos de Jesús
que se recoge en este texto san Lucas,
llama mi atención, de modo muy especial,
el que se refiere al Espíritu Santo.
Todo lo que el hombre haga,
incluso dar muerte al Hijo de Dios,
puede encontrar perdón en Él,
porque su misericordia no tiene medida.
El mismo Jesús muere perdonando
a quienes le están matando.
Sin embargo, ¿qué pasa para que el pecado
contra el Espíritu Santo no pueda ser perdonado?
¿De dónde ésta “limitación”
de la omnipotencia de Dios?
No encuentro otra salida que aceptar
la verdadera condición del hombre,
en cuanto a su libertad se refiere.
Si Dios se “autolimita”, es para que el hombre
tenga el espacio justo de su libertad.
No es un disparate afirmar que Dios lo puede todo,
excepto forzar al hombre a reconocerle y amarle.
Si el hombre se cierra en sí mismo,
pierde la perspectiva para ver a Dios y,
ciego a la verdad, queda envuelto en sus tinieblas,
de las que no podrá salir
hasta que levante al cielo su mirada y
se deje iluminar por la luz verdadera que procede de Él.
Dice un proverbio oriental que:
“la hormiga debe ser volteada para que vea el cielo”.
Así nos pasa también a los hombres.
La forma de volver a la Verdad y
encontrar el camino que nos devuelva
al amor misericordioso de Dios,
es acogiéndola libremente, y para ello
es necesario primeramente contemplarla,
dejándose envolver por ella,
de manera que quien se niega a entrar
en el ámbito de la misma, se ahoga, y muere
en su propia mentira.
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