Del evangelio de san Lucas 5, 33-39

En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber”. Jesús les contestó: “¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán”. Y añadió esta parábola: “Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere el nuevo, pues dirá: “Está bueno el añejo” “.

RESPUESTA A LA PALABRA

El ayuno ha sido y es una de las prácticas
más comunes de la mayoría de las religiones y
actualmente también de la sociedad del bienestar
que busca la salud del cuerpo.

A Jesús le emplazan para que de razones
de por qué sus discípulos no ayunan,
cuando los que son afines a ellos lo hacen.
En definitiva, lo que se preguntan
es por ese modo nuevo de vida
que observan en Jesús y en las personas
del grupo que le siguen.

Jesús no desprecia el ayuno,
Él mismo lo experimentó en su vida.
Por ello la pregunta que se le debería hacer
no es la de por qué no ayunan,
sino la de por qué o el para qué hay que ayunar.

El ayuno por el ayuno,
o el ayuno como norma sin más, no tiene sentido.
El ayuno tiene sentido cuando hay motivos para él.
En aquellos momentos
los discípulos del Señor no los tienen,
por ello no lo hacen,
pero llegará el momento en el que ayunarán,
no porque lo prescriba una ley
sino porque tendrán una razón para ello.

Entonces,
¿cuál es el criterio para discernir
cuándo y cómo ayunar?.
Mirando el Evangelio y contemplando
el modo de vida de Jesús
descubrimos que la razón primera
que me conduce al ayuno es el amor,
a un cristiano lo que le mueve a ayunar
es la caridad,
la misma que le llevará en otros momentos a no hacerlo.

Ante las situaciones de pobreza que conocemos,
muchas veces nos vemos confrontados
en nuestras actitudes de ricos epulones.
Necesitamos entonces pasar del juicio de la realidad
a la acción,
y para ello nada mejor que prescindir de consumir
para compartir con aquellos
que no lo pueden hacer por falta de recursos.
Un planteamiento en el que no se prime lo necesario
sobre lo superfluo, no es cristiano.
Así como un ayuno que no derive
en el bien de los demás, tampoco lo es.

Un apunte más.
El ayuno no se queda en la privación de unos alimentos.
Alcanza a todas las dimensiones de la persona
de modo que el perfil que deja ver ésta
es el de la austeridad.
No es el de una pobreza rabiosa,
incluso ideologizada,
sino el de un situarse en la vida desde lo esencial.
Una persona así,
sabe cuándo debe ayunar y
cuándo debe de dejar de hacerlo
para compartir vida y mantel
con aquellos a los que debe manifestar
su cercanía y su amor.

Jesús no hace remilgos
cuando se sienta a la mesa,
sea con sus amigos,
sea con quienes le invitan,
aunque sean pecadores.