Segundo domingo
Los textos de este segundo domingo de adviento vienen a incidir de modo pleno en la situación actual que muchos atravesamos.
Incertidumbre, miedo al futuro, desesperanza, tentación de evasión, de repliegue.
El Señor nos invita a salir de nosotros mismos, a cruzar nuestros desiertos y abrir nuevos caminos.
El Adviento es tiempo de crear, de recrear la vida que hemos ido perdiendo, malgastando.
Para ello debemos convencernos de que nada está perdido, sino que todo tiene remedio.
Las torceduras y escabrosidades, los hundimientos y las montículos invisibles pueden ser superados.
Dios con su ternura y el hombre con su libertad pueden hacer de este mundo viejo una realidad nueva por mucho que nos cueste creerlo. Frente al fatalismo, el cristiano tiene que saber reaccionar, no de forma simplista, sino como hombre lúcido que sabe de sus capacidades y responsabilidades.
Dios es ternura y amor, el hombre es imagen suya, por tanto capaz de organizar su libertad desde el amor Siempre, pero más que nunca en los momentos de dificultad
Debemos convencernos de
* que las dificultades no son derrotas sino que la realidad es terca y el mal tiene la cabeza dura, * que la vida es por naturaleza tiempo de maduración lenta, que requiere constancia y resistencia * que necesitamos ser lúcidos para discernir el por qué de lo que pasa. * que el Espíritu del Señor está, en todo momento, presente haciendo avanzar a la historia.
La esperanza cristiana no es ciega o conformista. El cristiano conoce la realidad y no se conforma con ella. Conoce sus limitaciones y sus posibilidades y lucha por construir la parte de mundo que le corresponde con gestos pequeños pero reales.
* Sembrar una esperanza, * quitar una injusticia, * realizar un servicio, * tender la mano a un caído, * ofrecer una razón, * vencer un egoísmo,
Cada día un paso y un gesto y lo que parece imposible comenzaría a cambiar
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