NO quiero más razones.

 Sé de Tu presencia amorosa y
de tu historia compartida.

Intuyo, Amor mío que antes
de que me llamaras a la existencia
ya me contemplabas lleno de vida.

Sabías de mi sangre enamorada y
de la cascada de felices sueños
en los que habito más allá
del afán cotidiano.

Entras y sales de mí corazón
como la luna lo hace
a través  de la ventana y
me alegras con tu
presencia
en toda mi relación
con la pura y humilde
naturaleza.

 Tu sonrisa para conmigo
es la de Aquel
que canta al amado
a la hora de la brisa,
a la caída de la tarde.

Cuando en el jardín
estallan los olores
mágicos
de la madreselva y
de las adelfas en flor,
como una red de música
se entrelazan viento y luz
arrastrada
por el misterioso encanto
de Tu callada presencia

Conforme se pone el sol
La lámpara de mi alma se enciende
No hay crepúsculo en mi corazón.