Muchos son los años que tengo,
muchas las experiencias vividas
y ahora me considero un aprendiz,
que necesita escuchar más
que cuando era joven  y
pensaba que sabía tanto y más
que  aquellos,
con los que  compartiera mi vida y
mi misión.

Soy sacerdote
con cincuenta años
dado a la misión
para la que el Señor me llamó
graciosamente,

Hoy me doy cuenta que
para expresar
lo que en el corazón portamos
no hay palabras preconcebidas
ni camino concreto alguno
que seguir
Que mi vida ha sido y sigue siendo
lo que los demás han hecho de mí,
que siempre he vivido en la provisionalidad
siendo mi maestra la sabia naturaleza
con la que siempre he vivido identificado.

Soy para lo demás un viejo y
en realidad soy un niño integral
que necesita aprenderlo todo y
goza con todo
lo que no ha sido malogrado
por la prepotencia del que se cree sabio y
pretende dejar su impronta en lo que toca.

Pasan los años y sigo esperando
esa gota de sabiduría
para vivir en la verdad y en la belleza,
huellas indelebles
de nuestros Dios-Amor.

Mientras,
el anhelo por la verdad crece y
la belleza  sustenta mis días
ensombrecidos
por quienes amar no saben,
camino bebiendo en el mar de la esperanza.

Esta tarde el parque
está lleno de sombras vivas
reflejo del movimiento en la quietud.

Percibo a una ardilla trepando
por el tronco de un pino
hasta perderse entre el verde de sus agujas.

Estos árboles saben el secreto de por qué estoy aquí.
Innumerables veces me han visto llorar.