Como es habitual
en las intervenciones divinas
la pobreza y la pequeñez
es el marco privilegiado.
En las tierras del Alentejo,
lugar más allá del Tajo,
en Portugal,
nacerá Lucía y sus primos,
testigos de la presencia
de la Virgen María,
en la cueva de Iría
lugar donde se apareció
a los tres pastorcillos
para darles un mensaje
que no podemos obviar.
Mensaje sencillo y contundente:
Hay mucho mal en el mundo,
la guerra es uno de ellos,
con múltiples daños colaterales.
Debemos rezar,
para que el hombre
de nuestro tiempo
se convierta
a la verdad y al amor,
que bien podría ser su sinónimo.
Verdad y amor ausentes
en nuestra sociedad
utilitarista y descreída.
Y la Virgen, a más,
nos da una fórmula sencilla y
al alcance de todos.
Rezar el Rosario
pidiendo por todas las almas,
especialmente por las más necesitadas.
Las apariciones y milagros
que las acompañaron
es lo menos importante,
aunque todo ello
fuera reconocido como verdad
por la Iglesia.
Lo sustantivo es el Mensaje en su raíz.
“Un mundo sin Dios
se desangra y muere.
Conviértase el hombre
para que la Historia de la Salvación
sea realidad, también hoy”.
Un mundo que ha perdido el rumbo
porque se ha alejado
de su principio y fundamento,
solamente tiene salida si retorna al mismo.
Queda convertirse a la verdad y
para ello hay que volver
a vivir con los medios
que siempre tendrá a su alcance.
Oración y penitencia
nos devolverán a la cordura de la verdad.
El amor entregado
es la clave, sin la cual
el juicio que hagamos
de los acontecimientos
aunque sea acertado,
no nos servirá de nada.
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