Dice un poeta coreano:
“Dejad que la ola fluya…”
Y enseguida recuerdo
la sustancia de una conversación
con un amigo
Dejemos que fluya la vida
cadenciosa y positiva o
con la fuerza ciega
que se nos antoja irracional y
que trastoca la vida organizada.
Oponerse es necedad
Embarra la conciencia
provoca más contradicción en ella
y el dolor aumenta.
Dejemos pues que la vida fluya.
Quien se atreve a esperar
sin cerrar los ojos
contempla todo paso
convertido en pascua
que aunque le empuja y fuerza
no le rompe por dentro.
Como río de paz
como luz sin destellos
anima el ánima de quien
se mantiene despierto
y participa sin rechazo alguno
en el fluir imperioso de la vida.
El agua busca ella misma
su cauce natural y
si la sequía arrecia
dejando los humedales baldíos
la lluvia recogida en los arroyos
sabiamente
restituye la vida
sanando la tierra quebrantada.
La luz crepuscular
anticipa la noche
anunciando
un tiempo de sombras
en el que la visión de lo real
es atrapada y se diluye
en formas fantasmales
encegueciendo
el camino razonable
hasta que el gallo
rompe el silencio con su canto y
proclama con la luz
que por el oriente apunta
que la verdad
asentada en nosotros
Dejemos que la noche avance.
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