En lo más profundo de mi asombro
percibo la huella que deja
el paso de los días
cuando se vive en el amor-entregado.

Un amigo me comenta
que nada de lo que hacemos permanece,
que muy poco de lo que vivimos
llega a ver la luz y
menos aún que encuentre
a alguien que haciéndolo suyo
lo refleje graciosamente en el corazón.

Ejemplo de ello son los poemas
que escribes
que quedarán ocultos sin vida y sin objeto.

Y en cierta medida tiene razón
si la vida la consideramos
como algo utilitario y pragmático;
no lo será por lo contrario,
si creo en la gratuidad,
que vehicula nuestro hacer y
nuestras relaciones personales.

El bien, hermano
de la verdad y de la belleza
da razón a nuestro obrar en el amor.
Sin él no tiene objeto nada de lo que vivo.
Sin él todo se volvería nulo y aburrido.