No ha caído
aún la noche
y se han escondido
los colores.
El no tiempo
se abre.
Los gorriones
duermen.
Sin edad,
el hombrecillo
que perdiera
la cordura,
contempla
el paso
de su ángel
que parece
feliz
y percibe
el temblor
de la luz
que guarda
los azules
que las sombras
le robaran.
Ahora aguarda
a que el silencio
le susurre el canto
con el que mañana
arrullará la vida
de quienes se adentren
en el espacio de su hacer.
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