¿Hasta dónde
se dilata el alma
mientras el cuerpo
permanece enclaustrado?
Para quien se atreve
a escudriñar la vida
con los ojos del Viviente
no hay muros
que limiten
la visión de su deseo.
Las sombras
pueden ser caminos
para la luz
como el silencio
urdimbre de la música
eternamente esperada y
las nadas receptáculo
de la nueva existencia.
Una vez que el ánima
se escapa del cerco
al que le tiene sometida
la necesidad,
inesperadamente,
vislumbra en el centro
de su corazón
un hogar ya habitado
donde
la luz de su presencia
balbucea
en el silencio de la noche
su verdadero nombre.
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