Para el corazón
que habita
en la dehesa y
ha hecho su casa
en las encinas
sigue siendo
un misterio
cómo nace la noche.

Un pacto
entre la luz y
las sombras
sella el secreto
de cuándo y
cómo
los colores
se duermen y
desaparecen
los contornos
hundiéndose
en el horizonte
sabe Dios dónde.

Quizá el autillo
sepa más
que nosotros,
porque antes
de que la oscuridad
invada la tarde
nos advierte
con su canto
de la huida de la luz
por poniente y
nos recuerda
que ha llegado
la hora de activar
los sentidos
olvidados.

Desciende
la música
de las estrellas
sobre el encinar y
las jaras.

El aroma
de los cantuesos
pisados
se levanta
empujado
por la brisa
callada.

Mientras
entornamos
los ojos y
guardamos
silencio,
las lenguas
de la noche
cantan
otro modo
de presencia,
ahondando así
el sentir
de quienes
velan la noche
en las majadas.