Considero un don por tu parte
el hacerte el encontradizo conmigo
en uno de esos tantos cruces de caminos  y
veredas que he transitado.

Decir que en cada acontecimiento
me esperabas
puede parecer una pretensión excesiva.
Aunque también es cierto,
que aunque no te dejabas asir,
tu palabra resonaba en el silencio y
en mi oscuridad,
tus ojos, tatuados en mi alma
me miraban con todo el amor
del que era capaz de comprender.

Rachas de presencia y ausencia
se alternaban en los primeros días
para educarme en la confianza,
de que sin ver,
permaneciera en la certeza de que Tú
has estado siempre en los entresijos de mi historia-viva.

Ahora me haces ver que enjambres de acontecimientos y
encrucijadas de caminos
han sido lugares de encuentro
elegidos graciosamente por Ti
para hacerme madurar,
como maduran los frutos del árbol bien podado.