En una cultura en la que la palabra,
muchas veces sin contenido,
se impone, reduciendo al hombre a un ser parlante,
incapacitado para adentrarse
en las profundidades de su ser y
descubrir su propia identidad,
necesita la voz de quienes proclaman,
desde la experiencia personal,
la necesidad del silencio,
tanto exterior como interior.
El cardenal Sarah aboga por él
para que se pueda desarrollar la oración
personal y confiada con el Señor,
que nos aguarda, y
para entablar relaciones cabales
con nuestros allegados. Y
colocarnos humildemente a su servicio
Denuncia a la vez,
como el ruido nos impone su dictadura
un día y otro, hasta el punto
de que hemos abortado el silencio fecundo,
en el que se forja nuestra persona,
nuestra propia identidad y
no dispone para entablar relaciones cabales
con nuestros allegados.
La verdadera revolución que necesita
nuestra cultura de hoy -afirma-
viene del silencio,
que nos conduce hacia Dios y los demás,
para colocarnos humildemente a su servicio
Una cosa a destacar es cuando
responde a una pregunta de Nicolás Diat
en la que expone que aquellos
que no conocen el silencio
se incapacitan para alcanzar
la verdad, la belleza y el amor.
Y que todo lo que es grande y creativo
está relacionado con el silencio.
Y concluye: Dios es silencio.
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