Me alegra sobremanera encontrarme con textos
como los del cardenal Sarah y,
sobre todo, cuando la verdad que expresa
ha pasado por el corazón y
habla desde la experiencia.

Es cierto que la espiritualidad no es una colección
de teorías intelectuales,
sino la vida de nuestra alma.
Se hace verdad el refrán de que
“de la abundancia del corazón habla la lengua”.
El corazón canta todo aquello
que resuena en él y le es propio.
Porque el hombre no es solo un animal racional,
con un plus sobre todas las demás criaturas.
Al hombre le constituye su capacidad
de amar más allá de cualquier necesidad.
De tal modo que sostiene
que: “La vida si no es espiritual,
no es realmente humana y
se convierte en una triste y
angustiosa espera de la muerte, o
en una huida hacia el consumo materialista”.