Hablando de la espiritualidad hay cosas
que son imprescindibles tener en cuenta.
Una importantísima es que
cuando tratamos de ella como relación
que supera el plano de “aquí y ahora”,
no estamos diciendo que nos situamos
en un más allá que no está en el espacio,
sino en lo más central, en lo más profundo,
en lo más secreto del ser humano,
donde la persona se construye
como una diferencia no separada.
El hombre no puede abrirse
por sí solo a la revelación,
de la que procede gran parte de su conocer.
Se abre al Inaccesible por un conocimiento
que podríamos llamar adorante,
que presiente a Dios más allá de todo,
a la vez que presente en todo.
«La espiritualidad no es una colección
de teorías intelectuales,
sino la vida de nuestra alma»,
añade. Y asegura:
«La vida, si no es espiritual,
no es realmente humana;
se convierte en una triste y
angustiosa espera de la muerte,
o en huida hacia el consumo materialista
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