Como suspendida por hilos de cristal,
se pasea la luna acompañada
de multitud de estrellas.
La noche callada le regala su visión
da todos aquellos
que la esperamos como la candela mayor
que nos presta su luz
en nuestra noche personal.
Está viva la luz de plata
que baña la serrezuela
aunque pocos la perciban,
es la misma que espejea
en los humedales de la Tabla
más allá de los carrizos.
Los tarayes han florecido.
La dichosa paz de este lugar
se extiende en silencio
a miles de metros de distancia.
Regreso a casa con mis adentros pacificados,
dispuesto a acoger la realidad anodina
que se presente.
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