Deseo del hombre de Dios que vive en el mundo y
Ciudad fuerte. ciudad habitable,
sin necesidad de ser tutelada o protegida
por el poder policial y judicial
de los desmanes de tantos corruptos,
sólo en el orden de lo económico,
también aquellos que no respetan la vida,
la fama, la dignidad de la persona, sea cual sea.
Ciudad fuerte, ciudad del hombre, ciudad de Dios,
que impulsa la vida del corazón,
sin miedo a ser lacerado por el prepotente
sin temor a que lo margine la fuerza
de la ideología dominante,
diluida y solapada en el ámbito de la cultura oficial.
Ciudad de puertas abiertas, ciudad de ley, ciudad acogedora y no disgregadora.
Baluarte de valores básicos, sin más murallas que las de la verdad,
valedor de la dignidad de toda persona,
al margen de cualquiera que sean su condición.
Ciudad de Dios, ciudad amable, ciudad integradora.
Orgullosa de sí misma,
soberbia hasta despreciar la vida regalada,
injusta consigo misma por negar su principio y su finalidad.
Deseo de Dios, deseo del hombre de Dios.
Llamada del hombre empujado por Dios.
Abrid las puertas de la ciudad enclaustrada y
dañada en el corazón por su culpa.
Abrid para que un pueblo justo pase y la regenere.
No viene sólo, su Dios le acompaña.
Será leal, porque Dios lo es para él,
su ánimo no decaerá frente a la adversidad.
La paz del corazón llegará a establecerse de verdad y
el entramado de la sociedad
se fundamentará en el amor.
Confiad, confiad, porque no sólo es compromiso
de unos hombres enloquecidos
por la utopía de una nueva humanidad.
Sino porque en su empeño
está empeñada la palabra de Dios y Dios cumple.
Su designio amoroso de cumplirá.
Antes que después la historia girará.
Antes, sí.
Antes de lo que creamos habrá comenzado.
Ya está sucediendo.
Pobremente pero real y eficaz
El grano de mostaza ya está sembrado.
El Verbo de Dios llama en la noche.
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