Aligerado por la luz
tamizada del ocaso
sin más senda
que la del deseo
de consumar
el amor inmerecido
que me abrasa
alcanzo el altozano
desde el que asomarme
a la planicie
por la que transcurre manso
el río de mi vida.
Maravillosa realidad
oculta al ojo ajeno.
Terminada la brega
los fardos que portara
se deshacen.
Aquí nada es preciso.
Aquí duermen las horas y
no están determinados
los haceres.
Conjurados los caminos
que me atan.
Sólo el amor de quien me habita
me reclama
liberada la memoria de recuerdos
siento ascender el silencio
cielo arriba
mientas desciende la paz
hasta calar mis huesos.
Nota) ¡Voy a intentar tener una catequesis sobre la oración en el salón biblioteca de mi casa aquí en Miguelturra, para quienes quieran hacerla.!
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