Aquí y ahora, y nada más
¡Hay tanta luz y tan alta es la melodía,
que ya no caben descripciones
de ningún tipo!
Sólo la oración que no tiene tiempo,
y que es siempre ahora y ¡ya!

¿Pretendíamos escapar
a aquél desierto?
Ya nadie escapa
de su propio jardín, de su desierto,
de su lugar; de su corazón, en suma:
del Misterio de Dios que nos cobija.

¿Por qué huyes adonde no sabes y
buscas refugios de ficción?
No tienes otro que tu corazón,
que el templo inmenso de tu corazón,
abierto siempre a la Presencia Inefable
de Quien sigue llamando,
llamándote, sin descanso…
No lo interpretes reduciéndolo
a lo que no sabes ni puedes sospechar.
Tú, que no quieres
que te…”confundan” los “otros”.
No te detengas ni te mires en demasía…
Acude adonde estás.

En el instante vuelves a nacer
por obra de Dios y siempre más alto.
Nadie es más digno que quien redescubre
la hondura de su senda o
quien la alcanza por primera vez…