Camina a pesar de los vientos y con ellos. Las ventoleras del desierto dejan los caminos desolados… ¿Qué son? ¿Qué ocurre cuando mordemos la arena que golpea nuestro rostro? Describir estas sacudidas en nosotros no lo creemos posible. Escapan a cualquier intento, pero poco importa: lo sabemos muy bien, pues lo sabemos por experiencia. No hay que ir muy lejos porque el desierto está en nuestro corazón, pero por ello no perdemos la paz.
Estas situaciones son harto movedizas y, por lo mismo, cambian y mueren. No tienen consistencia, casi no son. Si buscamos lo que “son”, descendamos más en él, más profundamente, donde encontraremos la verdad y la vida. Lo más cierto no es lo más manifiesto, ni lo más difundido, o querido. Lo más cierto siempre se halla escondido, como el tesoro en el campo. No es una historia de cosillas o de espacios ilimitados. Nada de eso. Es preciso adentrarse en el corazón aventurarse y buscar, aunque parezca insólito y hasta peligroso.
Si quieres internarte en el desierto verdadero, desciende y despréndete de superficialidades, y de todas esas cosas que brillan demasiado. Sumérgete y recibe… Luego verás.
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