La sociedad de consumo
en la que vivimos
se olvida de las realidades
sustanciales de la persona
reduciéndola a la pura
animalidad
de manera que parece
que negara
que es un ser espiritual y
sólo es lo que come,
lo que puede obtener
como bien a consumir.  

Chesterton, en el siglo XIX
decía ya que para muchos,
“casi todas las cosas mejores y
más preciosas del universo
pueden obtenerse por unos céntimos.
Por supuesto hago excepción
del sol, de la luna, de la tierra,
de la gente, de las estrellas…
que pueden obtenerse gratis.