Escribe Nicolás Steinhardt, en el Diario de la felicidad:
“El cristianismo no significa estupidez,
y cita a San Gregorio Nacianceno:
“La palabra de Dios se ha encarnado
para que yo sea tan Dios
como él es hombre”,
a la vez que recuerda
a J. Maritain cuando decía
que los hombres
deberíamos tener una mente severa
y un corazón tierno.
Para proseguir diciendo:
“El amor implica el perdón, la ternura,
pero no la ceguera ni la estupidez
que da rienda suelta a los canallas y
los piensa inteligentes.
Los malos pueden ser estúpidos.
Y recuerda lo que un cura
católico-ortodoxo, Train Pop,
aconsejaba en la cárcel
a sus compañeros de celda
que había que ser tolerantes
con los demás y severos consigo mismo.
Y apostillaba:
“Tampoco demasiado severos.
A veces hay que reírse del Diablo,
no debemos hacerlo importante.
Los grandes místicos españoles,
Santa Teresa de Jesús y
San Juan de la Cruz
eran especialmente alegres.
Esto proviene de de la capacidad
de ser comprensivos
con nosotros mismos;
de saber perdonarnos
como Dios nos perdona”
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