Escribe, Rupnit, sobre su infancia:
A veces abría los brazos al viento y repetía
“Manda tu Espíritu que me penetre,
como la copa de los árboles.
Me gustaba escuchar la tierra recostado
y sentir con las palmas pequeñas de niño
un mundo inmenso debajo de mí,
un mundo vivo e inmenso.
Un gran sentido de misterio llenaba
los días de mi infancia.
Una certeza de la vida, de la tierra,
de los bosques, de la nieve,
y la curiosidad de entrever al Señor
que se desvelaba en el mundo.
Y había un fuerte sentimiento
de pertenencia que daba
esa cálida seguridad que permite
sentirse libre y creativo.
La experiencia de la tierra
como vida ilimitada y
la experiencia de las relaciones
como amistad
han quedado como puntos firmes
en mi conciencia de unidad de vida.
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