Jesús nos advierte, que “salvar la vida, ser felices… “
no va por el camino de “ganar el mundo entero”,
Algo que nos lleva a la ruina,
sino por el camino de la entrega,
el de la cruz y la resurrección
que nos abre a la vida de total felicidad.
 
La verdadera realización del hombre
está en el amor como entrega generosa y
no en la posesión y el dominio de todo,
que lleva a anular al otro, a la persona,
reduciéndola a cosa.

San Pablo nos recuerda
en su carta a los Romanos
que la naturaleza gime
por ser liberada de la esclavitud,
de la decadencia y de la corrupción.

Es posible que algunos ilusos piensen
que la corrupción es inherente
a nuestro estado actual
en el que la civilización y
el mercantilismo extremo van de la mano.
Esto es una enorme equivocación.

Si el hombre rechaza el amor y
da rienda a la voluntad
de poder y poseer, de usar y dominar,
entonces la tierra se cierra
en una noche impredecible y
se convierte en una agonía mortal
no sólo para él,
sino también para la tierra.

A la tierra no le debe gustar
que el hombre se pudra en ella,
porque mediante éste,
que fue hecho de ella,
espera también entrar
en el ámbito del aliento de Dios.