Leo a un poeta coreano:
“Dejad que la ola fluya…”

Y recuerdo la sustancia
de una conversación

con un amigo

Dejemos que fluya la vida
cadenciosa y positiva o
con la fuerza ciega
que se nos antoja irracional y
que trastoca la vida organizada. 

Oponerse es necedad.
Embarra la conciencia
provoca más contradicción en ella
y el dolor aumenta.
Dejemos pues que la vida fluya.

Quien se atreve a esperar
sin cerrar los ojos
contempla todo paso
convertido en pascua
que aunque le empuje y fuerce
no le rompe por dentro.

Como río de paz
como luz sin destellos
anima el ánima de quien
se mantiene despierto
y participa sin rechazo alguno
en el fluir imperioso de la vida.