En la persona existe una tendencia
a buscarse en sí misma,
lo que le lleva a encerrarse en ella y
la incapacitar para conocer
su auténtica verdad.

Como criatura que es, cuando se contempla
sólo desde la perspectiva de animal pensante
y no como un alguien espiritual,
que transciende  el aquí y ahora,
se torna terrosa.

Es cierto que en todos nosotros existe
un peso natural que nos arrastra
hacia lo palpable y visible,
al sentimiento sensible en el que el Amor
con mayúscula no se aprecia.

Es evidente que necesitamos
recuperar el sentido de lo trascendente
que nos despegue del aquí y ahora,
abriéndonos al Todo, a los otros, a la naturaleza.

Mi Autillo me recuerda que el conocer
no estriba en apropiarse de un objeto
por parte de un sujeto que piensa,
sino en una comunión personal
con todos y con todo, que no deja de ser un misterio.

A esta hora, en la que escribo, se adueña
el crepúsculo de los colores de la sierra y
se dejan ver la luna y algunas de las grandes estrella.