Del evangelio de san Mateo 5, 38-42

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Sabéis que está mandado: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas”.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Jesús no vive al margen de la sociedad.
Asume las reglas que la regulan,
pero propone un plus que nace del amor y lleva a la generosidad.

La sociedad adopta por necesidad ciertas normas
para defender el derecho de todos,
principios de justicia humana para mantener el orden
convivencial.

Ahora bien, no deberíamos quedarnos en una ley coercitiva
e igualitarista en el castigo.
El Señor nos invita a romper el cerco de la simple legalidad
y a abrirnos a la experiencia de una “justicia mayor”,
la que procede del amor.

Por ello propone vencer la espiral del mal con el bien.
Plantear esto parece una utopía,
sin embargo es la mejor salida del mal, a la larga.
Su muerte es el mejor ejemplo que nos ha dejado.
La entrega por amor termina despertando el amor,
incluso en quienes viven del odio.

Junto al camino de la justicia humana,
arbitrada por el poder de turno,
nos encontramos con la justicia de Dios,
que bien podemos traducir por “misericordia”.
Justicia consistente, no en premiar y castigar según el obrar externo,
sino en amar a todos, a pesar de la maldad de algunos.

Las bienaventuranzas son más que un programa de vida.
Son la misma vida de Dios encarnada en el vivir cotidiano del creyente,
de aquél que vive en la dinámica del amor recibido de su Señor.