Del evangelio de san Mateo 13, 24-ss

 

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:

- «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó.  Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. 

Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”

Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho.”
Los criados le preguntaron:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”

Pero él les respondió:
“No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.”‘»

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No pocas veces, cuando alguien o algo
manifiesta falta de consistencia y verdad, decimos:
“No todo es trigo limpio”.

La parábola que Jesús nos propone abunda en ello,
llevándonos a pensar no sólo en la distinción y en la convivencia
entre trigo y cizaña,
bien sea en  la Iglesia o en nuestra sociedad,
sino también en la reacción de quienes la descubren y
sopesan el mal que supone.

La reacción ante el mal es inmediato:
“¿Quieres que vayamos a arrancarlo?”

El Señor sopesa el problema más allá de la apariencia.
Sabe dónde se encuentran las raíces del mal y no se precipita.
Es preciso dejar que convivan trigo y cizaña,
mientras no llegue el tiempo del discernimiento
en función de sus obras.

Trayendo a la memoria las enseñanzas de Jesús,
vemos las claves de la actitud de Dios para con nosotros.

 

  • Dios es paciente y espera.

  • Acepta que puedan convivir y crecer juntos, debido a la libertad humana, el trigo y cizaña.

 

La tentación de terminar con el malo, destruyéndolo sin más,
es propia del hombre,
que ha fijado una línea divisoria entre él y los demás.

Si Jesús elige la cizaña y el trigo, como ejemplo,
es porque tienen mucho parecido,
pero con la gran diferencia de que en el momento de la cosecha,
la espiga de trigo ha madurado y sus granos están llenos,
mientras que la espiga de la cizaña no tiene nada.

Jesús habla a personas que han recibido la siembra de su Palabra y
la han acogido,
pero unas tienen fruto consistente adentro de sí y
otras se parecen a las primeras, pero están vanas. 

 

Solo se parecen en la conducta externa,
pero sus prácticas están vacías.
Carecen de las actitudes propias de Dios.

El gran problema del hombre,
es que ninguno es trigo limpio
y quiere hacer limpia por su cuenta.

Pero el Señor nos enseña a esperar
para que el remedio no sea peor que la enfermedad.

Ninguna comunidad es perfecta,
porque ningún persona lo es.

Ante la mala fe que vemos en otros,
tenemos que descubrir nuestra propia cizaña.

Descubrir la realidad que anida en nuestro corazón
nos hace más humildes y nos abre a la paciencia.

Trigo y cizaña no son necesariamente personas distintas,
sino, parte de nuestro propio corazón,
porque ninguno somos trigo limpio.

¿Qué hacer entonces?

El Evangelio nos invita a esperar, y
dejar que la Palabra nos discierna y nos purifique.
El Señor es capaz de limpiar nuestro corazón,
quitando cizaña y haciendo madurar el trigo limpio.
La convivencia del trigo y la cizaña es purificadora:

Ojo, una persona, siguiendo los pasos del Señor,
es realmente buena
cuando sigue siendo buena aún en presencia del mal.

No podemos huir infantilmente,
ni arrancar sin discernimiento el mal que nos acompaña,
hay que trabajar con paciencia y confianza para erradicarlo,
reconociendo que aún con todos los defectos
que podamos arrastrar,
mientras vivimos en el tiempo,
nada está cerrado a la Misericordia de Dios.