Del evangelio de san Lucas 9,1-6

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa. » Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No deja de ser extraño,
para una mentalidad moderna,
el poder que Jesús transfiere a sus discípulos.

No es el poder del dinero, ni el político,
ni siquiera el del líder carismático que arrastra
con su sola presencia y su discurso,
aunque éste esté vacío y
su presencia sea pura apariencia,
fruto de un narcisismo inconfesado.

La autoridad y el poder que Jesús les comunica
no es otro que el de curar todo mal
que procede del Maligno.
Y eso no es nada fácil de asumir,
porque conlleva, y ya se lo advierte Jesús,
el rechazo de aquéllos que se han situado
dentro del ámbito de la mentira y del mal.

Quienes asumen la autoridad y el poder del Señor
saben que son enviados,
no a desarrollar un ideal a su medida,
ni un proyecto personal,
sino a llevar a los demás el mensaje salvador
recibido del Señor.
Y lo deben hacer apoyándose,
no en ellos mismos ni en los poderes de éste mundo,
sino en la fuerza de la gracia
que les ha conferido y asegurado.

No resulta nada fácil aceptar y vivir este don
que nace de la libérrima voluntad de Dios,
como el Señor nos propone,
porque supone una conversión de la mente
que va más allá de nuestros deseos de triunfo y eficacia.

A veces podemos caer en la tentación de aceptar
una determinada misión,
pero a condición de llevarla a cabo
según nuestro modo de pensar y proceder,
olvidando que no sólo está en juego el qué
sino también el cómo.

Quien se adueña de la misión y
se hace con el poder para llevarla a cabo
no ha entendido para nada su condición de “siervo”.
Su hacer vela el Evangelio y
debilita la fuerza curativa del mismo.