Del profeta Malaquías 3,1-4.23-24
Así dice el Señor: “Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. Mirad: os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA
Antes de que llegue el día grande,
extraordinario, desmesurado, excesivo,
te habré dado signos convincentes
de que Yo estoy contigo.
No me basta con mandarte mensajeros a tu medida,
ni siquiera considero que Elías consiguiera convencerte.
Tú esperas algo más. Lo sé.
Esperas al Esperado. Yo te lo prometí.
Esperas al Deseado.
El que, con vosotros, deshaga el nudo
del pecado y de la muerte
y os libere de la liga,
que como pájaro entrampado,
no puede levantar el vuelo
porque tiene las alas pegajosas.
No quiero que tengas miedo.
Los humildes no tienen miedo a la verdad.
Cuando Yo aparezca, sólo los soberbios e idólatras
temblarán, porque se verán denunciados
por sus mismas obras.
La Luz del Enmanuel iluminará
los recovecos del alma, y cada cual sabrá su nombre.
No será necesario colirio para los ojos,
ni luz de día para ver,
porque la negrura de vuestro corazón habrá dado paso
a la transparencia  traída por vuestro Dios.