Del evangelio de san Lucas 5, 12-16
Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó:  «Señor, si quieres puedes limpiarme.» Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:  «Quiero, queda limpio.» Y enseguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió:  «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste.» Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar.

 

RESPUESTA A LA PALABRA
De nuevo comprobamos  que el decir de Dios es hacer.
La palabra de Jesús es una palabra eficaz, creadora de vida;
su palabra restaura lo que el hombre malogra.
Lucas nos ofrece una instantánea del evangelio en la que Jesús sana la vida
de un hombre enfermo y excluido.
Enfermo de lepra y marginado hasta la exclusión social, a causa de la misma.
Lucas, cuando recoge este episodio, está pensando más
en el reconocimiento de los derechos del hombre
por parte de quienes se los niegan,  que en la enfermedad misma de la lepra.
No es una indignidad estar enfermo;
la indignidad consiste en el rechazo del enfermo porque no se ajusta
a la realidad pensada y querida por una determinada sociedad.
También en nuestros días se margina y excluye lo que no es políticamente correcto.
Sobre la base de un progresismo descerebrado,
se niega el derecho a una vida social plena a quienes piensan distinto
o mantienen principios diferentes.
Así, nos encontramos que en ciertos ambientes se menosprecia
y se rechaza la virginidad en los jóvenes,
la fidelidad en el matrimonio, la paternidad responsable,
la libertad real de opinión, la defensa de la vida del que aún no ha nacido,
del enfermo y del anciano, en aras del progreso y del desarrollo de la sociedad.
Jesús quiere curarnos de la lepra actual que destruye la conciencia personal
y, en gran medida, el tejido social.
Y quiere, sobre todo, que nos integremos en una sociedad
como individuos de pleno derecho,
sabedores de su responsabilidad en la construcción de la misma.