Del evangelio de san Juan 3,31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

 

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Las palabras que contemplamos son de Juan el Bautista.
Es su último testimonio sobre Jesús y no puede ser más claro.
El Mesías no es él.
Juan es un hombre más en el camino de Jesús.
Testificará lo que sabe de Él y le dejará paso
para que a su vez cumpla su misión.

La honradez y la humildad  de Juan no dejan lugar a dudas.
Jesús no es un profeta más,
no es un hombre como él, con una misión que cumplir.
Jesús es “Alguien que está por encima de todos”.

La confesión de Juan Bautista es precisa
y se apoya sobre todo en el testimonio del mismo Jesús,
garante de la verdad que procede de Dios.

Jesús, venido de lo alto nos revela
el misterio escondido en el corazón de Dios.
Nos acerca la vida misma de Dios,
lo que dice y lo que hace,
desde su humanidad, semejante a la nuestra,
adquirida para hacerse comprensible a nosotros.

Juan nos adelanta lo que después Jesús
nos irá desvelando poco a poco.

Jesús es el enviado de Dios que habla las palabras de Dios.
No habla en nombre de Dios, no nos traslada un decir de Dios.
Habla palabras de Dios porque Él es Dios.
El Padre ha puesto todo en sus manos,
y por ello nos puede dar el Espíritu sin medida.

Quien crea y lo reciba, recibirá la vida en plenitud.
La vida feliz, la vida eterna, no será para quien crea en Él,
una utopía, un deseo de supervivencia,
sino una verdad, experimentada ya graciosamente en el amor.