Del evangelio de san Mateo 12. 1-8

Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»

 

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No yerran los fariseos cuando advierten a Jesús
que sus discípulos no cumplen la ley establecida.
Su error estaba en haber absolutizado esa ley,
a fuerza de querer salvarla
en tiempos en los que la mayoría del pueblo
habían dejado de cumplirla.

Los fariseos, en realidad,
no eran esos cumplidores hipócritas
que hemos llegado a conocer.
Ellos, ante un desplome moral de las costumbres
que alejaban al Pueblo de Dios,
habían decidido defender el compromiso establecido
entre Dios y Moisés:

“ Vosotros, dice Dios, seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”.

Lo cierto es que el concepto de ley que tiene Israel
dista mucho de ser el de un principio
que rige un orden determinado.
Para él la ley nace de una relación, y
así quedó estipulado en el Sinaí.

Jesús, en el evangelio de san Juan,
lo expresa de un modo sencillo y práctico,
cuando dice a sus discípulos:

“Si me amáis guardaréis mis mandamientos”

El error de los fariseos no nace
del planteamiento primero,
sino de la deriva a la que llegó
por olvidar que el fundamento de esa relación
no era otro que el del amor.

Moisés había formulado el “Mandamiento primero”
cuando escribe:

“Amará a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”.

Amor que se abre al prójimo y
en el que se explicita el amor primero.

El problema del fariseo “ortodoxo”
estriba en convertir la Ley,
que no deja de ser un medio,
en un ídolo que suplanta a Dios.

También hoy nos encontramos con quienes idolatran
“ciertas verdades”
apartándose de la “Verdad Única”,
considerando enemigos a aquéllos que no coinciden
con sus formulaciones, y
en consecuencia, combatiéndolos para hacerlos desaparecer.