Del evangelio de Lucas 4,32

Cuando Jesús terminó de hablar.
La gente se quedó asombrada de su doctrina, porque hablaba con autoridad”

 

Oración

No mandaba,
no excluía,
no formulaba interpretaciones de la Ley,
sin embargo quien le conocía
descubría en Él una autoridad que le nacía de dentro,
una autoridad emparentada con la mansedumbre
y que por ello no era rechazada
por nadie que no fuera autoritario e impositivo.

La gente se asombraba del convencimiento
con el que hablaba y exponía el reino de Dios.
Aunque sabía que no era entendido por muchos
y, no por pocos, rechazado,
no buscaba convencer aplastando al adversario.

Jesús, hombre libre por naturaleza,
se aleja de todo lo que pueda parecerse al autoritarismo.

Él está convencido de lo que piensa y dice,
pero lo expone dejando intacta la libertad de sus oyentes.
Él trata de llegar al corazón donde se fragua el bien,
por ello sus palabras van envueltas de respeto
y muchas veces de ternura.
La carga de verdad que llevan no es teórica y aséptica,
sino que está vestida de belleza.
Por ello la autoridad de Jesús es seductora
para los pobres y sencillos,
a la vez que piedra de tropiezo
para sesudos teóricos y analistas.

Señor, que tu Espíritu sane nuestro corazón soberbio
para que las palabras y obras de Jesús
las acojamos en el amor que las precede.
Que nuestro corazón obediente
a los designios del Padre
se abra a tu decir
y nos convierta en fieles discípulos tuyos.