Del profeta Sofonías 3, 14-18a

Regocíjate dice el Señor. 
Miro a mi lado y 
no veo razón para ello. 

Mi corazón 
no encuentra reposo 
mi ánimo anegado 
por la realidad sombría 
que hasta mí llega 
se niega a obedecer 
derramándose 
como el trigo que se escapa 
del costal rasgado 
por un clavo herrumbrado.  

¿Por qué me voy alegrar 
si la verdad ha quebrado y 
la moneda de cambio 
para sostener 
un mundo de ficción 
se llama relativismo?  

¿Cómo es posible 
que después de veinte siglos 
de lucha por la libertad y 
el progreso y 
de esfuerzos para crear 
un mundo 
en el que el “hombre” 
alcanzara la mayoría
de edad en el amor 
hayamos podido generar 
una cultura de muerte 
en la que todo es igual y 
en la que nada 
tiene importancia?  

¿Cómo me voy alegrar 
cuando se ha hecho 
almoneda de la honradez y 
de la justicia? 

¿Puedo no ver 
la sangre de los no nacidos y 
el gemido de quienes 
se les arrebata la vida 
en el seno de sus madres? 

¿Cómo ignorar la insensatez 
de quienes presumen 
de progreso 
creando derechos inexistentes y 
dando licencia para matar? 

No puedo alegrarme y 
sin embargo 
Tú me dices 
por boca de Sofonías 
que me alegre 
con las mismas palabras 
con las que Gabriel 
tu ángel 
saludó a María: 
“Alégrate hija de Sión” 
porque tu Dios 
viene a vosotros 
cargado de misericordia y 
de perdón.  

Él se hace carne vuestra 
compartirá 
vuestras zozobras y 
encontrareis 
el camino de la vuelta 
a la verdad amorosa 
porque el Malo 
será expulsado y 
volveréis a ser libres 
para amar. 

Grita el profeta: 
Alégrate con la alegría 
de saber que ya está cerca 
que viene a salvarnos 
de nuestro pecado, 
que es lo mismo 
que decir 
de nosotros mismos. 

No te alegres 
si no puedes 
con las luces enredadas 
en las ramas 
de los árboles sin vida 
que adornan las calles 
en estos días. 
No llames alegría 
si no quieres 
a la diversión programada 
para consumo 
de un tiempo 
sin referencias.  

Alégrate 
regocíjate 
grita de júbilo 
gózate de todo corazón 
porque el Señor 
ha cancelado
tu perdición y
ha expulsado
a tus enemigos
de tu corazón.
El Señor estará
por siempre
en medio de ti.

No temas 
que no tiemble tu corazón 
porque Él se goza y 
se complace en ti 
te ama y se alegra con júbilo 
como en día de fiesta 
sin ocaso.