Del profeta Sofonías 3,1-2.9-13

¿Cuándo comprenderá
el hombre
que su rebelión contra Dios
no es sino el aguijón
que él mismo
se clava
inoculándose
un veneno
de soberbia
que le lleva
a la destrucción
de lo mejor
de sí mismo?

¡Ay del hombre sin Dios
lastrado por su afán
de ser único
que se re-crea y
se idolatra
convirtiéndose
en simulacro
de sí mismo
vacío
esclavizante
ciego y
negador
de la grandeza real
con la que fue constituido!.

¿Cuándo se verá
libre de sí y
será dueño 
del instinto de muerte
que le desborda?.

¿Cómo llegará a curar
el egoísmo enfermo
que le destroza
como un cáncer
la estructura de su alma? 

¿Podrá algún día
contemplarse sin rencor y
descubrirse amado
en la total gratuidad
desde la que fue creado?

Así dice el Señor:
A un “resto”
les daré labios puros
que cantarán mi nombre
sin sonrojarse por ello
les regalaré un rico corazón 
que sanará
su irracional sabiduría y
el amor
cabalgará de nuevo
por sus venas
cuando de vuelta a casa
se encuentren conmigo
en el Monte Santo.

Aquel día
la verdad
les reconocerá como suyos y
serán otra vez  mi Pueblo.