Del profeta Malaquías 3, 1-4. 23-24

El amor no destruye
mientras que el odio
puede matar
reducir a nada
la vida propia y
la de los otros.

Y Dios no puede
sino amar.
Amor que libera y
como fuego consume
toda nada
que devalúa la vida y
como lejía da muerte
a cualquier sombra
que arrastra.

¿Quién podrá resistir
su presencia?
¿Quién quedará en pie
cuando llegue?

Nadie si antes
no se deja abrazar
por el fuego-vital
de Aquél
que es Fuego-vivo
que es Agua-pura
que viene
en el nombre del “Todo” y
puede trocar
nuestras nadas
en fuego y agua
en verdad y vida
en amor y cielo
si se dejan ganar
por su presencia graciosa.
Realidad incomprensible
para quien nos sabe
contemplar otra cosa
que su propia finitud
que no se ve
sino anegado
por una abismo de temor
que no se deja arrastrar
por el mar divino
que se desbordara
en el frágil cuerpo
del Hombre-Dios
nacido
de la Virgen-Madre.

¿Quién podrá resistir
su presencia?
¿Quién quedará en pie
cuando llegue?

Todos
si nos dejamos invadir
por la brisa que llega
como hálito nuevo
si nos dejamos enseñar
por la sabiduría del cielo
si nos dejamos transformar
en espíritu y carne
dejando atrás
la dureza roqueña
del corazón sin alma
esculpido fatigosamente
con el esfuerzo baldío
de años sin Dios.