De la carta a los Hebreos 4,14-16;5,7-9

 

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

 

Viernes único.
Viernes largísimo
aunque terminara a la hora de nona.
Largo e intenso.
Precipitado
Cargado de dolor.

Como cuando se levantan
las compuertas de un dique
así se desencadenaron
los acontecimientos
haciendo presa en su carne
que no descansó hasta ser cosida
por los clavos en la  cruz.

Si los aspectos parciales
del drama de la pasión
nos desbordan
¿cómo explicarla toda ella?.

¿Hay un punto
al que nos podamos acoger
para desde él asomarnos
al pozo sin fondo
de semejante aniquilación
querida por amor
de un Dios amante
de quienes
se han hecho indeseables
por sus actitudes asesinas?.

Cruje el alma
de cualquier bien nacido
cuando escucha
las palabras del Señor
al final de todo su calvario.

Dos pequeñas frases
cierran el círculo de su dolor:
“Padre ¿por qué me has abandonado?”

Y a continuación desde la paz
nacida de la Alianza Nueva
pendiente desde el día primero
en el que el hombre osó matar a Dios
para ser sin Él:

“Todo  está cumplido”.

Nada más queda por hacer
que inclinar la cabeza y
escuchar al Padre
decir como en la Primera creación:

“Y vio Dios que todo era bueno.
Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho”.

El sufrimiento de Jesús
no es como cualquier sufrimiento
nuestro.
En nosotros
toda realidad por grande que sea
es algo limitado.

El amor
el gozo
el deseo de vivir
el miedo
el sufrimiento
todo tiene una medida.

En Jesús esa medida no existe,
En Él se concentra
todo nuestro amor
nuestros gozos
nuestros miedos
nuestros sufrimientos.

El sentir de Jesús
es como un mar sin orillas.
La angustia que experimenta
no es por una cosa concreta,
su angustia es la suma
de todas nuestras angustias y
la superposición
de todos nuestros pecados.

Cuando un cristiano
de la primera Iglesia
escriba la carta a la Hebreos
nos adentrará
en el escándalo del amor
que entrega al fuerte
para salvar al débil
mientras no se percibe
debilidad más grande
que en la vida del Inocente
incapaz de defenderse
por sí mismo.

“Con gritos y con lágrimas suplicó al que podía salvarlo de la muerte. Y le escuchó en su angustia”.

La respuesta ya la sabía el Señor.
El amor no se detiene ante nada.
La obediencia al amado
no puede posponerse
aunque vengan mal dadas.
Si te llevan a la muerte
debes aceptar morir
porque es el camino
por el que tu amor
 llegue a los que amas.

Está fuera de toda lógica
que el Padre
y los que buscan su muerte
aparentemente se alíen
para terminar con Él.

Pero también lo está el principio del fin.
Dios sin necesidad nos amo primero.