Del evangelio de san Juan 6,30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”” Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

La obra de Jesús, es la obra de Dios
y la obra de Dios es amar.
¿Qué puede hacer Dios fuera de amar
al que ya amaba antes de darle la existencia?.

Dios, que dio al hombre sus cosas,
se dará a sí mismo hasta dejarse comer por él.

Es verdad que este lenguaje puede resultar extraño
a muchos de nuestros contemporáneos,
afincados en un mundo inmediatista y materializado
por el pensamiento y la praxis de un consumo sin medida. 

Sin embargo, a nosotros, amigos y seguidores de Jesús,
nos introduce en la verdad de la vida más allá de la lucha
por el pan de cada día.

Comer todo los días,
luchar para que el mundo se convierta en una sola mesa
en la que todos tengamos lugar,
compartir hasta que esta utopía se cumpla,
todo ello es necesario.

Pero todo este esfuerzo sin el horizonte
de una vida más allá de la vida,
nos hunde en la frustración de un amor que muere con el hombre.

Resuenan como el eco de una voz en plena noche
las palabras de san Pablo,
cuando escribe a los cristianos de Corinto:

“Podría repartir en limosna todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve”.

Tremendas palabras que intentan llevarme
al principio en el que se origina la generosidad y
al final en donde encuentra su plenitud.

El hacer de Jesús es amar dejándose comer.
No es un simple hacer,
un conseguir algo para nosotros.
Es hacerse primeramente hombre para entregarnos su vida
y terminar haciéndose pan
para que esa vida permanezca en nosotros.

Él es el pan bajado del cielo.
Pan para hoy y gloria para siempre.
Pan de amor, que torna a la persona que lo come
en pan para sus hermanos.

Quienes comen el Pan del Amor tornan su generosidad en amor.
No actúan por imperativo o por lástima.
Obran del único modo que es posible.
Dándose en la medida en que ellos mismo se sienten
donados por el Amor mismo.