Del evangelio de san Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decide: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga. »

 

RESPUESTA A LA PALABRA

El planteamiento del Señor no deja lugar a la ambigüedad.
La libertad del hombre le lleva a elegir
en base a la posición en la que se encuentra.

Escuchando a Jesús podemos decir
que cada hombre pertenece al grupo de aquél
cuya palabra ha recibido y ha hecho suya.
En realidad no dejamos de ser hijos
de quienes les otorgamos nuestra libertad.
Cuándo decimos:

“Mira con quién andas y te diré quién eres”,
estamos indicando que esa relación no es casual,
sino que comporta una determinada identidad.

Esta verdad nos puede ayudar a discernir
nuestra situación concreta
¿A quién hemos dado nuestro asentimiento?
¿Qué sistema de pensamiento conforma el nuestro?
¿Qué hemos puesto en el centro de nuestro corazón?.

Si el hombre en su elección puede errar y
con ello hacer y hacerse mal,
puede surgir una pregunta:
¿No sería mejor que no pudiéramos elegir
nada más que el bien?.

La respuesta que sale a nuestro encuentro
se desprende del ser mismo del hombre.
Dios ha querido para nosotros una libertad real y no tutelada.
No quiso para nosotros una situación de tiranía
en la que unos pocos nos condicionaran
en nuestro pensar y hacer,
ni tampoco nos pensó como eternos niños,
aparcados en una guardería feliz.
Nos hizo hombres y mujeres libres
para poder elegir entre el bien y el mal,
y, por lo tanto, responsables de nuestras acciones.